La primita ardiente
Me he sentado en el balcón para ver unas bragas rojas que colgaban de un tendal en el edificio de enfrente. Tercer piso, cortinas estampadas de flores y bragas rojas en el tendal. He aquí una abuela picarona que se niega a unirse al club de la faja, bien por la gerontoguarrilla! Mientras estaba en el balcón observando las enormes bragas de encaje he intentado imaginarme a mis abuelas con unas bragas así. Ya que las guardo en mi cabeza con traje de baño, no me fue difícil ponerles lencería fina por encima mentalmente. Y entonces empecé a imaginarme a cientos de personas distintas, hombres y mujeres, con unas bragas como las del tendal de enfrente, y poco después estaba entre el ataque de risa y el calentón descomunal Porque una cosa es imaginarte a tu abuela con bragas de encaje y otra muy distinta pensar en tu primita del pueblo, esa que no se depila las piernas ni el entrecejo y tiene un parecido a Frida Kahlo que sólo le falta la escayola y el vestido de mexicana. Porque tanto Frida Kahlo como mi primita del pueblo tienen un morbo encima que se lo quitaba yo a lametazos, por lo menos. Y si los chicos tenéis una primita algo guarra con la que practicábais en las fiestas del santo patrón, yo no iba a ser menos. Empecé a pensar en todas las cosas que me decía esa deslenguada mientras me derretía en su boca en alguna finca resguardada. Y como no sabía si debatirme entre la risa o el calentón, decidí desenfundar mi juguetito a pilas para que me hiciera sonreír.
Escribir un comentario