¿Somos lo que parecemos?
Hace poco un conocido me dijo que me pegaba el bondage. Es decir, por mi forma de actuar, de hablar, de vestir o de vivir, supuso que me gusta el sexo con ataduras y dominación. Me resultó curiosa la forma con que relacionó una personalidad o un estilo con una práctica sexual. ¿Será cierto que nuestras acciones nos delatan? ¿Hay una relación clara entre nuestras preferencias sexuales y otros ámbitos de nuestras vidas?
Hace tiempo ya que es de estúpidos creer en esterotipos como el del gay juerguista y promiscuo, la lesbiana amargada o el solitario pajero y adicto enfermizo al porno. El aspecto de una persona nos vale de poco si lo que queremos descubrir son sus fantasías ocultas y sus pasiones más profundas, ya que juzgar a un libro por sus tapas no suele llevar a buen camino. Hasta la estudiante más brillante, encantadora y conformista puede ser una gran aficionada al sexo escatológico en sus ratos libres, y a veces el que más presume es en realidad el que más carece. Alguna gente gusta de aparentar lo que no es, mientras otros esconden su verdadero yo por miedo, vergüenza o un simple juego de personajes. Si pudiéramos espiar a nuestros amigos y familiares en sus momentos de cama, seguramente nos llevaríamos una gran sorpresa, y si preguntásemos qué imagina la gente sobre nosotros, también.
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